"Fué este rincón el que me impulsó a empezar
la búsqueda de lo que sigue... mi destino,
aunque la verdad no creo que esté ni cerca todavía.
Pero la vida me ha hecho entender,
que no tengo nada que perder...
y ahora que comenzé, llegaré hasta el final..." Gin@lejandra°


martes, 18 de octubre de 2011

Un vagabundo, un trotamundo, y un moribundo (Parte II) - Columna para periódico Acento

- ¿Puedo acompañarte?

- No sé para qué me pides permiso, si ya era decisión antes de ser pregunta.

- Cortesía, supongo.

- ¿Te parece que me interesan las cortesías?

- Curiosas palabras, viniendo de quien se detuvo a pasarme las monedas que acabo de dejar caer.

- No fue un gesto cortés. Nada tuvo eso que ver con las monedas, lo sabes.

Hice la pregunta porque había en ella promesa de aventura, un trepidante camino de experiencias y encrucijadas. Yo fui quien lo abordó, yo fui quien lo siguió. Pero era él quien lo quería.

Y yo lo que quería, era saber por qué.

Pero nada de eso se lo dije.

Luego de un rato caminando en silencio, se detiene y gira. Estamos frente a unas montañas, con nubes que estrangulan sus cimas. Un paisaje visceral, que hace al espectador quedarse desnudo frente a su propia naturaleza. Saber quien eres es un universo al que despiertas, no que tienes que aprender.

Pero este paisaje no es un lugar completo, es un lugar que nos está escuchando. Duele. Igual que duelen las hojas en blanco... El dolor que precede a un bien estar.

Hay algo llamado frontera, y hay una frontera en cada cosa llamada. Es incluso el propio lenguaje, una de las vías principales de comunicación, el mismo que nos limita. Por eso el largo silencio durante la caminata... Intenta decirme algo.

Creo entender... Encerrarse en la prisión que es el vestirse de una nacionalidad específica es algo casi jocoso, frente a un paisaje como este. Un artífice normalmente indiscutido como ese, pasa a ser algo marginal, y sin importancia. Todos somos del lugar que queremos. Somos de cualquier y toda parte. En fin, que ando con un vagabundo.

Sonríe, explorando el secreto territorio de mis pensamientos. Sabe que lo he entendido.

- Aquí dormiremos hoy. Continuaremos mañana.

- ¿No tienes hambre?

- Sí, pero hace mucho dejé de sentirla.

Me lo dice con cierto abatimiento.

Lo observo nuevamente, esta vez reparando en su físico. Un hombre de ademanes voluptuosos, envolventes, abrasadores. Rasgos gitanos, tez negra, ensortijado cabello de humo. Sonrisa vigorosamente frágil, reflejando los infinitos matices del claroscuro de la vida.

- ¿Dónde podemos cenar?

- Conozco un lugar cerca.

Hacia allí nos dirigíamos con anticipación, cuando escuchamos un grito de auxilio. Desconcertado, busco a mi alrededor su proveniencia. Veo a corta distancia, un hombre tirado en el suelo. Me acerco de prisa. Analizo la herida que tiene en el pecho, y su mirada desesperada que no deja el mensaje a medias.

- Ayúdame.

El vagabundo viene hacia nosotros, más tranquilamente. Hecha un vistazo, y parece reconocer al hombre.

- Tranquilo viejo, sólo estás muriendo.

Le dirijo una mirada cortopunzante.

- Debemos ayudarlo.

Suspira.

- De acuerdo.


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