"Fué este rincón el que me impulsó a empezar
la búsqueda de lo que sigue... mi destino,
aunque la verdad no creo que esté ni cerca todavía.
Pero la vida me ha hecho entender,
que no tengo nada que perder...
y ahora que comenzé, llegaré hasta el final..." Gin@lejandra°


jueves, 29 de septiembre de 2011

El árbol que creció al revés - Columna para periódico Acento

Esta columna no me dará de comer. No me quitará el frío. Ni el temeroso deseo de ser feliz.

No podré con ella hacer que otro decida vivir... O que entienda algo que no ambicione entender
por sí mismo.

No me ayudará a sofocar aquellas luces que no deben permanecer encendidas. Ni podré con
sus letras jugar a nunca haber perdido mi inocencia. No curará el dolor que me comprime el
pecho, no me acercará a los ausentes, ni me permitirá susurrar a los oídos.

Con esta columna no podré cruzar los mares, que me alejan de tantos mundos maravillosos.
No podré levantar a esta ciudad de las nieblas espesas en las que se sumerge. Tampoco
conseguiré infundir en otros, el aliento de mi propio cuerpo.

No me sirve de techo. No me quita la fiebre. No me apacigua el deseo.

No podré a través de ella, despojar a la belleza de su mentira, ni al impulso de su verdad.

No me provee nada.

Al contrario: Esta columna me lo quita todo.

Los pensamientos que poseo, por su causa me abandonan. Se van con otros. Se vuelven
adúlteros y mestizos.

Y sin embargo, esta columna... Más aún, las letras como tal, sin ofrecerme nada aparente
me toman por completa. Sin ellas, sin su roce, sin su escape, aunque me quedara vivo el
cuerpo, yo estaría muerta.

Y así, al crear conciencia sobre esa realidad, me convertí en el árbol que creció al revés.

Ese que no busca como sustento, lo mismo que los demás. Ese que no teme a la indiferencia
de las piedras. Ese que no busca el resplandor del Sol. Sino aquel que se contenta con admirar
la forma que toman sus ramas y raíces mientras van palpando lo desconocido, el camino menos
transitado. Aquel que será hogar para las aves sin nido. Aquél, poseedor de frutos que no se
empuñan con las manos. Ese árbol torcido, impar y solitario, que en otoño al quedar desnudo,
sigue sintiéndose complacido porque lo enorgullece su tronco, y no sus hojas.



http://www.acento.com.do/index.php/blog/1801/78/El-arbol-que-crecio-al-reves.html#.ToHv9rNCYiw.facebook

jueves, 22 de septiembre de 2011

Encontraron vivo el cadáver

Han pospuesto el entierro.

Era tan poca la esperanza de mejoría, tan mínima la expectativa de vida, que quise rendirme,
y abandonar la lucha. Por eso, la situación me tuvo sin cuidado por un tiempo. No fue cuestión
de orgullo, fue cuestión de dignidad.

Ella me descuidó a mí por mucho más tiempo aún.

Pero hay que hacer un esfuerzo para refinarse más allá de eso, y ver que no fue su culpa. A la
educación, quizás en defensa propia, le toca hacer de espejo, y ponernos cara a cara con su
asesino. Ser reflejo de quién instaura sus corrientes y conductas.

Su féretro son nuestras pupilas.

Por supuesto que ella no es la culpable.

Hacia los verdaderos culpables nos dirigimos, con el indebido respeto, para cosas simples y
sencillas como dar los buenos días. Los buenos días... Puede ser una vaga posibilidad, pero
creo que más bien es evidencia de haber oprimido el botón equivocado, una alteración de la
consciencia, o amnesia.

Buenos días serán aquellos en los que el silencio deje de rechinar. Aquellos en los que, los que
no puedan alumbrar sus hogares con un bombillo, esperen al Sol para iluminar las páginas de
un libro. Aquellos en los que un sistema abstracto deje de modificar los pensamientos. Aquellos
días en los que el corazón de nuestra educación, ese músculo sobrecargado de nuestras carencias,
deje de latir sin fuerza.

Esos débiles latidos, son lo único que tenemos para saber que verdaderamente, aún vive. La única
prueba de que este estancamiento obligatorio, es sólo un punto medio entre lo que fuimos y
seremos, que en lugar de llamarse presente, debería llamarse ausencia. Una ausencia de tantas
cosas... Pero sobre todo, de educación.



http://www.acento.com.do/index.php/blog/1742/78/Encontraron-vivo-el-cadaver.html

domingo, 11 de septiembre de 2011

El letargo - Columna para periódico Acento

¿Qué es más real, la sombra que proyectan nuestros cuerpos, o la luz que al tocarnos la produce?

¿Es más real un sentimiento, o el proceso biológico que nos permite registrarlo, sentirlo?

¿Es acaso más real el presente que el futuro?

Nos hemos acostumbrado a sentir tanto lo falso como lo verdadero.

Basta que apreciemos con cualquier sentido nuestro entorno, para comprobar la gran cantidad de contextos
contradictorios que descansan dentro y fuera de nosotros mismos. Opiniones y procedimientos inconciliables,
que combinamos en la misma forma en la que combinamos el vinagre y el aceite para una vinagreta, y que
por lo tanto conforman, todos, un solo mundo.

Lo correctamente imaginado se sostiene con igual fuerza, y se dibuja tan nítidamente como lo real.

Son muchos los corazones que se han detenido a lo largo de los siglos, a causa de una bien elaborada mentira.

Tanto han manipulado, y han jugado con nuestras mentes, con las reglas, con la historia y las fronteras, que
hemos perdido la distinción humana, si es que alguna vez la tuvimos, entre la verdad y la mentira.

Yo conozco ideales que se sienten más reales que personas que andan por las calles con un paso arrastrado,
aburrido, y sin personalidad. He sido testigo de esperanzas con una individualidad absolutamente humana.
Y también hombres que no saben quiénes son, ni qué aman, ni qué buscan. Incluso, algunos que tampoco les
interesa saberlo.

Y entonces, ¿dónde está la línea que divide ambos planos, el real y el imaginario?

¿Se le considera a algo real por el hecho de que sea palpable, o visual? ¿Puede ser real un sentimiento, o la luz
y la sombra, o el presente y el futuro?

¿Quién o qué tiene la potestad de indicar cuál es cuál? ¿Bajo qué parámetros y lineamientos? ¿Tendrá alguien la
respuesta a este acertijo?

¿Existe alguna clave para despertar de este letargo?

Estamos todos ciegos.


http://www.acento.com.do/index.php/blog/1658/78/El-letargo.html

sábado, 3 de septiembre de 2011

La niña interior - Columna para periódico Acento

No le importaba qué tan arrugado estaba su vestido, o qué tan alborotado su cabello...
Ella danzaba ligera y sencilla, entre olivos y sueños. El movimiento de su baile me contaba
su historia, o me leía su epitafio, que es igual:

"Aún no comprendía el amor, ni las despedidas, aunque era evidencia material de ambas."

Era tan sólo una niña cuando se la llevó el viento, pero así la recuerdo, bailando con el corazón
más alto que su cuerpo. Ella siempre supo que vendrían temprano a recogerla, le tocó pisar una
trampa conocida... Pero yo, aunque también lo sabía, me abracé a mentiras. Me sumergí en un
espacio donde la irrealidad calló al tiempo.

Esa ilusión tenía fecha de expiración, y luego me costó guardar bajo la almohada todo lo que había
visto, o sentido alguna vez, y arriesgarme a descubrir nuevos refugios de verdades tumultosas.

Son tantas las historias que les pudiera contar, pero son más aún las que he de callar. Las que han
de ser transmitidas únicamente de mirada en mirada.

Cuando finalmente llegó aquella noche inclemente en la que creí haberla perdido, llovieron máscaras.
Todo se volvió transparente, y entonces, desnuda de cualquier apariencia o rencor lo único que quedó
fue el amor. Allí supe que nunca la extrañaría, porque no la dejaría irse muy lejos. No realmente.
Guardaría por siempre a mi niña interior.

El amor es eso.

Una llegada, una ida.

Una historia. Un recuerdo. Pero sobre todo, un apego.

Y el sentimiento que lo respalda.



http://www.acento.com.do/index.php/blog/1590/78/La-nina-interior.html