"Fué este rincón el que me impulsó a empezar
la búsqueda de lo que sigue... mi destino,
aunque la verdad no creo que esté ni cerca todavía.
Pero la vida me ha hecho entender,
que no tengo nada que perder...
y ahora que comenzé, llegaré hasta el final..." Gin@lejandra°


sábado, 7 de mayo de 2011

Grietas - Columna para periódico Acento

Lo único coherente de nuestras calles, son sus grietas. Cada hendidura es un preámbulo, y a la vez
una continuación. Nos insinúan lugares secretos, realidades precarias, inadvertidas pero presentes.
Marchan sobre las superficies con la silenciosa costumbre de ir volviéndonos nada.

Sus trayectos cuentan historias de penas y distancias. Y nosotros los caminantes, transitamos sobre
aquél mapa de tristezas en una forma atemporal, impersonal. Con una naturalidad apabullante, que
va transformando aquellos caminos en tentativas al olvido. Así... como quienes se rinden
voluntariamente a la llegada de un futuro estremecedor.

El suelo roto ha puesto en la interpretación del caminante su sentir, pero para eso hay que elevar los
párpados, desnudar los ojos. Volver al antes sin dejar de ver el ahora. Asomarnos a las grietas
preguntándonos ¿Cuándo? ¿Por qué?

Buscar el origen. La causa del quebranto.

Algún caminante despertará un día listo para el recorrido rutinario, y escuchará el grito ahogado de
nuestras calles. Se quedará quieto, esperando que alguien más voltee, que alguien más en su pasar
también sea llamado por las cicatrices. Registrará una ausencia fantasmal, y lo inútil de su espera.
Ese día tomará un rumbo diferente. Mirará a su alrededor con escrutinio, y su mirada será regresada.
Entonces surgirá a raíz de ese devenir llano y sin vida, una correspondencia secreta entre las calles y
el caminante.

La esencia de desierto de aquellas calles, sus huecos y trozos harán al caminante ir con prisa, correr.
A cada paso estaría más cerca de dar con la consciencia de alguien. Pernoctará, tocará puertas,
buscará salidas. Se extraviará en aquellas vías curvas e interminables buscando ayuda. Su esfuerzo
no será una garantía, pero será lo único que tendrá para intentar callar los gritos.

La realidad se extendía al ojo. Una presencia sutil que cortejaba morbosamente nuestro contorno.
Nunca sin embargo había podido verla hasta ahora. El caminante no resistirá aquella interacción...
La fricción con una verdad vergonzosa, que confirma a nuestro país como efecto de la mutación del
tiempo.

Una advertencia tintinea a nuestro alrededor. Arrastrada por el viento y el tiempo toma por casa
nuestros ojos, pero aún nadie quiere verla.

Nuestros pasos marcan huellas. Y esas huellas dan forma al mundo.

Cuando el caminante logre recrear los movimientos irregulares de nuestras huellas, cuando rompa
con el curso cotidiano... Entonces los demás caminantes también podrán ver las grietas, y querrán
retraer el tiempo. Querrán orbitar educadamente. Controlar la colisión que puede y deberá producirse
libremente. Intentarán disimular la culpa, y presagiar el modo en que el planeta de agua salada inunda
nuestra alma. Querrán evitar el principio del verdadero fin.

Querrán, pero para eso será tarde.

Hoy, sin embargo, aún estamos a tiempo.




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