Las hojas del bosque residían desgreñadas bajo la suave pero incesante lluvia que se había instalado desde hacía años.
Las prolongaciones y extremidades de la vegetación sondeaban y excavaban las húmedas tierras, de las cuales emanaba
un sopor desahuciado. El fango, el musgo y la hierba emprendían un camino ambicioso sobre los lugares en los que antes
florecían hermosos y engreídos capullos en las primaveras.
El antiguamente cálido y primitivo corazón del bosque padecía, perturbado por una insistente sombra, parecido a como
el corazón del hombre ciertas veces se opaca por una indescifrable tristeza.
El bosque comenzó a ser conocido por todos como el bosque de las miserias… Por todos excepto por el poeta.
El poeta sabía ver a través de la tristeza de aquél bosque, que era triste porque extrañaba las dulces fragancias, los
colores, y la luz del Sol. El desconfiaba que fuese cierto que una planta, si se marchitaba su flor, fuese incapaz de crecer
otra eventualmente.
Aunque incluso el bosque mismo parecía haber aceptado como ineludible su final, y permitía que su gran latido fuera
lentamente dejando de palpitar en los troncos de los árboles, el poeta se negaba a creer que se pudiese domesticar de
semejante manera la euforia de la naturaleza… Que el rito del bosque pudiese adaptarse sumisamente a una forma de
decadencia sin haber intentado alterarla, buscar su balance.
El poeta buscó y buscó entre los fangos del bosque, acompañado constantemente por un silencio lúgubre, como el de
los cañones justo después de una guerra, hasta hallar una planta de Buganvilias.
La planta seguía en pie a pesar de todas ramas muertas a su alrededor, invariablemente firme ante la tempestad, como si
lo hiciese a plena consciencia, en un acto de dignidad y honor. Sus colores destellaban como los de la aurora, y el poeta,
satisfecho, anduvo por la vida plácidamente desde entonces, ajeno a la amargura.
Sabía que la función de la desesperanza sería siempre provisional, en su ineficacia ante lo intemporal del instinto de
supervivencia.
http://www.acento.com.do/index.php/blog/3902/78/Las-Buganvilias-en-el-bosque-de-las-miserias.html
viernes, 13 de abril de 2012
Las Buganvilias en el bosque de las miserias - Columna para periódico Acento
Publicado por Gina Franco en 8:03 p. m.
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3 comentarios:
La nostalgia es la mejor amiga de todo escritor, y más de los poetas. Y no es porque le tenga odio a la felicidad, mas bien le teme. La nostalgia es un cálido abrazo al alma. La nostalgia es una casita en el corazón triste del bosque, es una chozita en el centro del pensamiento.
"Al lugar donde has sido feliz no debieras tratar de volver." Dice Sabina, por algo será.
Tus descripciones son mágicas; es fácil dejarse llevar por la fuerza de las imágenes que fomentan tus letras.
Este texto tan sugerente me ha llevado a meditar que sí que es cierto que siento que la vida es un equilibrio muy frágil, cercano siempre al vacío de la extinción; a mí me cuesta mucho pensar en que tras esa belleza que un día contemplan mis ojos hay infinitas semillas que facilitarán su renacimiento en un continuo bucle.
Si fuera capaz de pensar así, aunque solo fuese un instante, creo que tendría una oportunidad para ser feliz, dejar atrás mis urgencias y sentarme un poco a ver la vida pasar.
Escribes dulce y directo, leerte produce serenidad.
Me gustó. segiré leyendo.
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