"Fué este rincón el que me impulsó a empezar
la búsqueda de lo que sigue... mi destino,
aunque la verdad no creo que esté ni cerca todavía.
Pero la vida me ha hecho entender,
que no tengo nada que perder...
y ahora que comenzé, llegaré hasta el final..." Gin@lejandra°


lunes, 27 de junio de 2011

Lamentos de agua - Columna para periódico Acento

Los tejados son un buen lugar. Brindan alcance, ecos del sentir convencional. Un reencuentro con
nosotros mismos, que puede ser utópico, o etéreo, pero ineludiblemente evocará a la andariega de
nuestra percepción.

Esta noche, mi percepción se ovilla alrededor de la Luna. Allí se anuda.

¿Por qué la Luna?

Pues supongo, porque ella te puede mirar. Y yo no.

Este tejado es donde vivo ahora, tus ojos eran mi alcoba. Pero, el vestido negro de la noche, es un
crespón sólo para el que no sabe soñar, y si algo sé hacer, es precisamente, soñar. Lo oscuro de su
presencia, lejos de despedir nuestro amor, lo abraza.

Con la fuerza de mi sueños, le hablé a la Luna de nosotros. Al principio, me miró indiferente, pero
hubo algo en el murmullo de la gente, que la hizo regresar a mi historia. Con su regreso, mis lamentos
se volvieron agua.

Se apoderó de mí, una idea palpitante. No hay lenguaje suficientemente rico, o extenso, para hacerle
honra. Pero yo guardo en mi pecho todo el amor que alguna vez sostuve, y que aún sostengo (porque
si es amor verdadero, nunca se podrá conjugar en pasado) y eso, tendrá que bastar.

Verás, el olvido es una cruz, para el que carga ausencias.

Por eso, no intento olvidar. No lo lograría nunca. Olvidarte a ti, sería olvidar los mejores momentos de
mi vida. Pero bueno, nunca son tan mentirosas nuestras mentiras, ni tan verdaderas nuestras verdades,
como se piensa.

Todo, es un matiz.

La vida es un juego de luces y sombras. Un vago destello, que no enciende, pero tampoco apaga. Así,
en lo gris, aquí sobre el tejado, decido perdonar, para poder recordar sin morir cada vez un poco.

Perdonar, nos hace sentir maravillosos, seres sin límites.

Nos permite no esperar nada. Nada de nada, ni de nadie. Es la mejor manera de respetar el orden natural,
y la belleza de las cosas, incluso las tristes.

Después de todo, la tristeza, al igual que la ira, la duda, y todo lo que exista entre ellas, están en todas
partes. Se llora igual en el lugar más recóndito del mundo, que en el lugar en el que estás ahora, leyendo.

Un orden diferente de las cosas, no es desorden, es otra identidad.

Así lo percibo, desde la altura de este lugar. Y en eso confío.

Mientras así lo siga percibiendo, mis lamentos continuarán siendo de agua. Correrán, hasta desembocar
en algún poema, se transformarán en algo hermoso, y dejarán de doler.



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sábado, 18 de junio de 2011

Lo necesario del movimiento - Columna para periódico Acento

Habita en mi mente, un intercambio de palabras pasadas. Las había guardado en el fondo de una gaveta,
en mi inconsciente, por si algún día las necesitaba. Regresan puntuales:

- “Quisiera poder congelar el tiempo, y quedarme aquí por siempre.”

- “Yo también, pero sería injusto. Mientras nuestras almas toman aspecto jocundo, bajo esta tibia
alegría, en algún lugar del mundo, otras almas acechan desde la sombra, o tiemblan de frío. El movimiento
es necesario.”

Tenía razón, él. Mucha razón.

Aquí se vino a vivir la verdad. El mundo, aunque en ocasiones logra contentarnos, no está hecho para eso.
El mundo, es. Detrás de una caricia, hay placer, y de un golpe, dolor. Son hechos reales, indiscutibles,
inevitables.

Y no se debe temer lo inevitable.

No debe asustarnos el sabernos pasajeros.

Todo intento de permanecer, de congelar el tiempo, será inútil. La fotografía, la reseña escrita, el dibujo,
la canción grabada, no son más que restos que dejan nuestros instrumentos de expresión. Son rastros de
nuestras vivencias, sentimientos, pensamientos, pero no retienen el momento en el que vivimos, sentimos
o pensamos. Son algo frío, algo inmóvil, algo muerto. No tendrán nunca el mismo poder, la misma
intensidad, que poseyó el momento que intentan plasmar.

Ese sólo estuvo una vez.

Quedará varado en el pasar de los años, constituirá junto a otros, nuestra experiencia, nuestra sabiduría.
Se irá con nosotros, y no regresará.

La intención del recuerdo, es lo único que podría retratar un momento vivido dignamente, pero nunca de
manera completamente satisfactoria. El recuerdo es como la danza del humo, mientras más se aleja, más
se dobla y desdobla, hasta perder su forma.

Querer detener el tiempo, estancarse en un momento específico, es igual que desear morirse lento, o vivirse
a prisa. Entre un momento y otro, existe un magnetismo a partir del cual surge la vida. Los momentos hay que
vivirlos todos, buenos o malos, de manera sucesiva, y a su propio ritmo.

En el tiempo, ahí sucedemos.




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sábado, 11 de junio de 2011

Enigma - Columna para periódico Acento

Nuestra realidad anda como la falsa moneda, de mano en mano, pero nadie se la queda.

La humanidad se perdió hace un tiempo en concepciones y teorías tan singulares como cada persona…
Todos se empeñan en buscar la razón de nuestro existir. Cada cuál con su propia lupa, toma un turno
en el intento de descifrar al mundo. Por este tema, he visto más de un desconsuelo andar, porque en la
duda hay dolor, y en el dolor, hay sentido.

¿Quiénes somos? Lo terrible sería saberlo.

Mejor vivamos, y renunciemos a querer saber por qué. Después de todo, ya estamos aquí.

¿Cuántos siglos llevamos bajo la superficie de ésta realidad?

Nuestra historia nos cuenta que con cada paso que damos en su búsqueda, se desmonta el escenario
nuevamente. Sólo quedan piezas disueltas en culturas, épocas, y percepciones individuales. Tengo el
presentimiento de que no habrá nada dicho, hasta que haya silencio. Un silencio creador, que nos permita
escuchar a todos a la vez.

Deberemos atravesar la oscuridad, antes de ver la luz. Y en aquél amanecer, despertará el Sol como
acostumbra a hacerlo, pero serán distintos los ojos que se posen en él. Así llegará el día en el que el
tiempo rompa al reloj, y el universo revele su enigma. Pero mientras ese día llega, el ser humano seguirá
andando por la naturaleza buscando lo que nunca estuvo perdido. Ese será nuestro defecto, con virtud;
o nuestra virtud, con defecto.

Alcen la vista, y constaten:

Poco importa que haya una rama seca en un árbol florido, mientras su raíz tenga alimento. Por eso, a
pesar de su enigma, y nuestra insaciable curiosidad, el mundo seguirá siempre siendo mundo. La
humanidad seguirá siendo acariciada por el murmullo diligente del viento. Y aquel misterio, se seguirá
bifurcando a través de nuestras venas.




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