"Fué este rincón el que me impulsó a empezar
la búsqueda de lo que sigue... mi destino,
aunque la verdad no creo que esté ni cerca todavía.
Pero la vida me ha hecho entender,
que no tengo nada que perder...
y ahora que comenzé, llegaré hasta el final..." Gin@lejandra°


sábado, 18 de junio de 2011

Lo necesario del movimiento - Columna para periódico Acento

Habita en mi mente, un intercambio de palabras pasadas. Las había guardado en el fondo de una gaveta,
en mi inconsciente, por si algún día las necesitaba. Regresan puntuales:

- “Quisiera poder congelar el tiempo, y quedarme aquí por siempre.”

- “Yo también, pero sería injusto. Mientras nuestras almas toman aspecto jocundo, bajo esta tibia
alegría, en algún lugar del mundo, otras almas acechan desde la sombra, o tiemblan de frío. El movimiento
es necesario.”

Tenía razón, él. Mucha razón.

Aquí se vino a vivir la verdad. El mundo, aunque en ocasiones logra contentarnos, no está hecho para eso.
El mundo, es. Detrás de una caricia, hay placer, y de un golpe, dolor. Son hechos reales, indiscutibles,
inevitables.

Y no se debe temer lo inevitable.

No debe asustarnos el sabernos pasajeros.

Todo intento de permanecer, de congelar el tiempo, será inútil. La fotografía, la reseña escrita, el dibujo,
la canción grabada, no son más que restos que dejan nuestros instrumentos de expresión. Son rastros de
nuestras vivencias, sentimientos, pensamientos, pero no retienen el momento en el que vivimos, sentimos
o pensamos. Son algo frío, algo inmóvil, algo muerto. No tendrán nunca el mismo poder, la misma
intensidad, que poseyó el momento que intentan plasmar.

Ese sólo estuvo una vez.

Quedará varado en el pasar de los años, constituirá junto a otros, nuestra experiencia, nuestra sabiduría.
Se irá con nosotros, y no regresará.

La intención del recuerdo, es lo único que podría retratar un momento vivido dignamente, pero nunca de
manera completamente satisfactoria. El recuerdo es como la danza del humo, mientras más se aleja, más
se dobla y desdobla, hasta perder su forma.

Querer detener el tiempo, estancarse en un momento específico, es igual que desear morirse lento, o vivirse
a prisa. Entre un momento y otro, existe un magnetismo a partir del cual surge la vida. Los momentos hay que
vivirlos todos, buenos o malos, de manera sucesiva, y a su propio ritmo.

En el tiempo, ahí sucedemos.




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